|
Servicios dirigidos a las
familias
Un campo que se
encuentra en plena expansión y que probablemente sea uno de los que
tiene más futuro en el campo de las políticas familiares en Europa es
el que consiste en la prestación de servicios a las unidades
familiares. Se trata de un conjunto de medidas muy variadas que tienen
en común la aportación externa de recursos en forma de servicios.
Estos servicios pueden ser prestados directamente por la
administración, gratuitamente o como una contrapartida del pago de una
tasa, o bien por el mercado, ya sea a precios subvencionados o de
mercado. En el primer caso, su diversidad puede venir determinada por la
titularidad pública o privada de la agencia prestadora de los
servicios, tanto por lo que se refiere a su financiación como por lo
que se refiere a su provisión y gestión. Del mismo modo, estos
servicios pueden ser prestados por el voluntariado o por el sector
informal. Entre el largo catálogo de servicios de proximidad
correspondientes a este apartado podemos encontrar los siguientes: las
guarderías infantiles públicas o subvencionadas, los servicios de
asistencia domiciliaria para los enfermos o gente mayor, los centros de
día para la gente mayor o inválidos, etc.
Hasta hace poco la
mayoría de estudios comparativos sobre los estados de bienestar
europeos se referían básicamente a transferencias monetarias (Alber,
1995). Si era así era a causa de la ventaja de poder disponer de buenos
datos estadísticos a nivel estatal, lo que facilitaba en gran medida la
cualificación y la comparación de la estructura del gasto a nivel
europeo. Pero si queremos tener una visión completa de la situación
nos hemos de centrar también en los servicios prestados a las familias.
El problema es que no existen tan buenos datos estadísticos, ya sea
porque no son agrupados sistemáticamente, ya sea porque la
fragmentación de los programas y su dispersión sobre el territorio
dificultan enormemente la tarea comparativa. Además, así entramos ya
en la lógica de tratar de evaluar cualquier programa, conviene fijarnos
en sus dos dimensiones básicas: la oferta y la demanda de servicios,
aunque, según los países, muchos de estos servicios puedan ser
financiados o proveídos públicamente. En este apartado, nos
centraremos en dos tipos de servicios que tienen una enorme
trascendencia para el bienestar de las familias: las plazas de
guardería para la infancia en edad preescolar y los servicios de
cuidados domiciliarios para personas enfermas o discapacidades.
4.1 Guarderías y escuelas
infantiles
Los servicios de
guardería pública fueron destinados originariamente para las clases
más desfavorecidos de la sociedad, especialmente para los huérfanos y
para los hijos de la mujeres obreras. Así, a partir de 1960, y en vista
del incremento de la participación femenina al mercado de trabajo, se
tomaron diversas medidas para ampliar la oferta del soporte de los
gobiernos a todos los niños de padres trabajadores. Este soporte tomó
diversas formas como ahora subsidios directos e indirectos,
desgravaciones fiscales, la provisión de plazas públicas de educación
preescolar y servicios de clases vigiladas (Gauthier 1996 : 180). Tan
sólo muy recientemente se ha llegado a formular la cuestión de los
servicios de guardería como una posibilidad, tanto para los padres como
para las madres, de conciliar trabajo remunerado y responsabilidades
familiares no como un mal menor, en caso de necesidad, sino como una
condición y experiencia normales (Saraceno, 1998 : 121).
Como se puede ver en la Tabla 11, el
nivel de provisión de plazas públicas de guardería varía mucho de un
país europeo a otro8. Una aclaración importante que nos
puede ayudar a entender las diferencias observadas entre los países es
la finalidad subyacente a la provisión de los servicios. En algunos
países las atenciones dispensadas a la infancia de menos de seis años
se consideran como una preparación para su ingreso en el sistema
escolar y, por tanto, responden básicamente a criterios pedagógicos.
En otros, en cambio, los servicios de guardería están destinados a
facilitar la incorporación de sus madres al mercado laboral (Valiente, 1997; Gauthier,
1996). Evidentemente, en todos los países, aumenta el carácter escolar
de estos servicios a medida que los niños se acercan a los seis años.
Aunque en catalán a menudo se utilizan indistintamente términos como
ahora jardín de infancia, guardería o escuela de infancia para
designar la educación preescolar, en este informe trataré de utilizar
"Escuela infantil" para resaltar la función pedagógica y
"guardería" para aludir simplemente a su carácter de
custodia de la infancia.
Una segundo factor
importante a tener presente es que la provisión de plazas de guardería
está en gran medida en función de las creencias que tienen los
ciudadanos de cada país sobre la conveniencia que en los primeros años
de vida de los niños sea su madre la encargada de atenderles. Esta
concepción va a menudo asociada asociada en algunos países a la idea
de que las madres con hijos pequeños no deberían trabajar en absoluto
(Valiente, 1997). Este punto de vista puede ser, en cambio, un incentivo
a la hora de desarrollar programas de excedencias parentales (ver
infra).
Según podemos
observar en la Tabla 11, los países que se encuentran más bien
situados en el campo de la educación preescolar son Francia y Bélgica.
Francia fue uno de los países que consideró como un deber desarrollar
unos servicios públicos de escuelas de infancia desde muy pronto. Así,
durante los años setenta la red de escuelas y guarderías ya estaba
bastante desarrollada. En 1970 había 28.000 plazas en guarderías
colectivas y 4.000 en guarderías familiares. En este caso, el valor
pedagógico de la educación preescolar más que la preocupación por el
trabajo de las madres jóvenes fue el motivo de esta importante
inversión pública. Desde esta fecha la educación preescolar se ha ido
extendiendo como resultado de diversas iniciativas. Así, en 1981 la
CNAF (Caisse Nationale d'Allocations Familiales)9 consideró
como prioridad máxima el tema de las escuelas infantiles y en 1984
lanzó el denominado "contrato de guardería", basado con
acuerdos con empresas privadas para dar soporte a la creación de nuevos
centros. Entre 1984 y 1993 se firmaron 215 de estos contratos, que
dieron lugar a la creación de unas 20.000 nuevas plazas (Gauthier, 1996
: 182). Durante 1994 la oferta de plazas en las guarderías ha
continuado aumentando y el gobierno se ha comprometido a tirar hacia
delante la creación de 100.000 nuevas plazas en los próximos cinco
años. A partir de enero de 1995 ha ido aumentando el complemento de
ayuda a la familia para la contratación de una canguro diplomada, de
tal forma que se calcula que en la actualidad las ayudas monetarias y
las desgravaciones fiscales cubren aproximadamente el 70% del coste
bruto del servicio. Igualmente se ha incrementado en un 50% el subsidio
para el cuidado de niños en el domicilio (AGED). Este subsidio
trimestral, existente desde 1986 para los trabajadores activos y
cotizantes, que primero subvencionaba los gastos de canguro para niños
de 0-3 años, se ha ampliado últimamente para niños de 4-6 años, pero
con la percepción de la mitad de su importe (Observatoire européen,
1996ª : 63).
Por otra parte, la
financiación de las equipaciones para la primera infancia es sostenido
por una aportación de las cajas de subsidios familiares y por la
participación de los padres, calculada en función de su renta. Este
sistema penaliza a los municipios en los que se concentran las familias
más pobres. Para relanzar la apertura de nuevas guarderías, el
gobierno de Lionel Jospin tiene intención de invertir entre 300 y 400
millones de FF por año (entre 7.500 y 10.000 millones de ptas.).
Italia es uno de los
países en que la educación preescolar para los niños de 3-6 años
está bastante desarrollada, pero no así la destinada a los niños de
0-3 años. El Parlamento italiano aprobó una ley el 30 de julio de 1997
la finalidad de la cual es incentivar la innovación en el campo de los
servicios para la primera infancia (Saraceno, 1998 : 122).
En los países
nórdicos se dio también desde el principio una gran importancia al
desarrollo de servicios de guardería. Por ejemplo, entre 1978 y 1987,
el porcentaje de niños de 3 a 6 años escolarizados se incrementó del
36% al 56% en Dinamarca, del 23% al 32% en Finlandia, del 23% al 49% en
Noruega y del 48% al 58% en Suecia. A pesar de este aumento, la escasez
de plazas llevó a los gobiernos implicados a intensificar sus
programas. En 1985 el gobierno sueco adoptó una resolución en el
sentido de decretar que, como límite en 1991, todos los niños de entre
un año y medio y los seis años tengan plaza en las guarderías
públicas. Pero, el reciente aumento de la fecundidad en aquel país
parece haber retardado el logro de este objetivo (Gauthier, 1996 : 182).
En Dinamarca es la
administración local la encargada de proveer los servicios de
guardería; los gastos son sufragados gracias a una aportación fija de
los padres. La demanda es fuerte porque el 90% de las madres danesas son
activas y el gobierno ha asumido un compromiso de "garantía de
plaza" para todos los niños de uno a cinco años antes de 1996
(Observatoire européen, 1996b : 52).
El Reino Unido es uno de los países
en que la provisión pública de plazas de educación preescolar ha
encontrado una respuesta más reticente
por parte de las autoridades. Los gobiernos conservadores siempre se
opusieron a la responsabilidad del estado en el desarrollo de una
política pública en el campo de la educación preescolar. Margaret
Thatcher manifestó explícitamente su antagonismo a cualquier forma de
subvención en las guarderías. Pero no fue posible ignorar por más
tiempo la insuficiencia de plazas de guardería y en 1991 el gobierno
aprobó un plan que preveía desgravaciones fiscales para aquellos
empresarios que las crearan. No obstante, los resultados de esta
iniciativa fueron bastante limitados (Gauthier, 1996 : 184). Por otro
lado, en 1994 el primer ministro británico se comprometió a crear, a
lo largo del tiempo, plazas en escuelas infantiles u otras guarderías
para toda la infancia de 4 años para cubrir progresivamente la demanda
de los padres. El Ministerio de educación creó una comisión especial
para concretar este compromiso. El resultado, anunciado en 1995, fue una
propuesta de un sistema de cheques escolares de las autoridades locales
para todos los padres, que tendrán la posibilidad de destinar su
importe para contratar libremente servicios de guardería (Observatoire
européen, 1996ª : 63-64).
Las reformas
propuestas por el gobierno de Tony Blair tratan de invertir totalmente
la tendencia actual. Consisten sobretodo en el establecimiento de un Childcare
Tax Credit como parte de una estrategia premeditada para fomentar la
inserción laboral de aquellos que quizás podrían tener la tentación
de ser dependientes de las ayudas sociales. A muchas familias el coste
de las guarderías es un importante obstáculo al trabajo de las madres.
Muchas de ellas han de efectuar una dolorosa elección: o bien dejar de
trabajar o destinar casi todo su sueldo a gastos de guardería. Dentro
del Working Families Tax Credit, que comenzará a funcionar el
mes de octubre de 1999 en sustitución del Family Credit, el Childcare
Tax Credit todavía vigente, ofrecerá soporte a las familias de
rentas medias y bajas a través del sistema fiscal y cubrirá hasta el
70% del coste de los servicios de guardería con unos gastos previstos
de 70 libras esterlinas por semana para un solo niño y 105 libras para
dos o más niños. El Chlidcare Tax Credit forma parte de una
nueva estrategia sobre la cuestión. Se trata no tan sólo de ayudar a
los padres a hacer frente a sus gastos de guardería, sino también de
procurar que tengan acceso a servicios de calidad. De la misma manera,
el gobierno Blair está decidido a hacer importantes inversiones en los
próximos cinco años que permitan a los padres dejar a los hijos en la
escuela fuera de los horarios escolares (Stationary Office, 1998 : 29,
58-59).
4.2 Asistencia domiciliaria
para los enfermos y gente mayor
Para comenzar hace
falta aclarar que en la gran mayoría de países europeos este apartado
no cae dentro del ámbito de la política familiar. Como ya hemos dicho,
en Europa la política familiar normalmente se entiende como un conjunto
de medidas de soporte con hijos menores a cargo. Pero en los países
mediterráneos el concepto de familia es generalmente más amplio.
Abarca igualmente las relaciones entre padres e hijos adultos, que
tienen ya hogares propios e independientes. Comprende lo que a menudo
recibe el nombre de redes de parentesco. Así, en estos países, las
relaciones de solidaridad entre las generaciones se incluyen dentro de
la política familiar. Hay dos observaciones importantes a tener en
cuenta: en Cataluña hay unos 219.000 hogares familiares (1991) en los
que convive algún ascendiente; este número representa un 12,7% del
total de los hogares formados por familias y en este tipo de hogares
residen el 17,1% de la población catalana (Flaquer, 1998b y Roigé,
1998). En segundo lugar, hace falta tener muy presente el sentido de la
obligación moral que determina la inclusión dentro de la familia de
las redes exteriores al hogar. Así, por ejemplo, si la madre de una
mujer sueca de mediana edad se pone enferma y no se puede valer por sí
misma, su respuesta es comunicarlo a los servicios sociales porque
piensa que el estado se ha de hacer cargo; en cambio, posiblemente la
reacción de una mujer catalana sería la de sentirse obligada a cuidar
de su madre ella misma. Esta es la principal razón por la que esta
temática es considerada en muchos países europeos como una parte de
una política de vejez o de salud, pero no de familia. Tradicionalmente
las familias con miembros no autosuficientes a causa de una enfermedad o
por la decrepitud de la edad tienen dos soluciones rígidamente
alternativas: el cuidado por parte de un familiar o el ingreso en una
institución (Saraceno, 1998 : 136). En la actualidad se están abriendo
otras vías que permitan la atenuación de esta rigidez.
En aproximadamente la
mitad de los estados comunitarios existen disposiciones destinadas a
otorgar primas para estimular la asistencia a las personas dependientes
del domicilio por parte de miembros de su propia familia. Mientras que
en algunos casos, como en Irlanda o Luxemburgo, estas primas se otorgan
en función del nivel de renta de la familia, en el resto son
universales. La mayoría de estas medidas son recientes y su
implementación ha ido acompañada de vivos debates públicos
(Observatoire européen, 1990 : 214).
Por lo que se refiere a gente mayor,
estas medidas tratan de hacer
frente simultáneamente a dos situaciones diferentes: a) mantener a las
personas mayores cuanto más tiempo mejor en su casa, evitando su
institucionalización prematura; b) permitir a los padres tener cuidado
de sus miembros dependientes. La primera situación se refiere a las
personas de mayor edad que tienen un hogar propio; la segunda va ligada,
en cambio, a las personas mayores que viven con otros miembros de la
familia. Como que el seguro por enfermedad no siempre puede cubrir
completamente los gastos ocasionados en caso de enfermedad crónica o
graves, en algunos países como Alemania se han abierto debates sobre la
necesidad de ofrecer una cierta forma de seguro para este tipo de
eventualidades, pero los expertos no se ponen de acuerdo sobre si este
seguro debería formar parte del sistema de seguridad social, o bien
debería ser privada o en todo caso mixta. En todos los países
comunitarios, la situación de los miembros de la familia en tanto que
son prestadores de asistencia y la cuestión de su eventual retribución
o compensación se encuentran en el centro del debate sobre la política
de asistencia (Observatoire Européen, 1990 :215). Así mismo, los
cambios acaecidos dentro de la familia (reducción de la dimensión de
los hogares, trabajo de la mujer, aumento de las tasas de divorcio,
morbilidad sobre el territorio, decaída del espíritu comunitario)
plantean grandes retos en relación con la efectividad de este tipo de
medidas de asistencia familiar a las personas mayores dependientes y/o
enfermas.
Las estrategias
desplegadas para hacer frente al problema del cuidado de las personas
dependientes en el propio domicilio se encuentran muy diversificadas,
pero podemos detectar un conjunto de líneas maestras. En algunos
estados como en Bélgica, Grecia, España, Italia y Luxemburgo, los
subsidios son librados directamente a las personas mayores o
discapacitadas con la idea de garantizar su independencia; en cambio, en
Dinamarca, ¿España?, Francia, Irlanda, Portugal y Reino Unido pueden
ser librados a las personas que prestan las atenciones a los enfermos.
Otros estados como Alemania no ofrecen ningún subsidio, pero ayudan a
la familia en función de modalidades particulares: en caso de
enfermedad de un niño y de indisposición de la persona que le cuida,
se toman disposiciones financieras para que el otro progenitor pueda
cuidar del niño en el domicilio (Observatoire Européen, 1991 : 98).
Todos los países
europeos disponen de un cierto tipo de organización gracias al cual un
personal especializado ofrece una ayuda profesional a tiempo parcial a
las familias. Así mismo, existe una reivindicación de un
reconocimiento mayor del profesionalismo de esta mano de obra que en
general tiende a ser femenina.
A principios de los
años noventa, hemos asistido a la emergencia de políticas que dan una
importancia a la transferencia de una parte de las funciones de
asistencia del gobierno central hacia las autoridades locales
(municipios y comunidades) y las redes informales (familias). Los
servicios de asistencia a domicilio normalmente están organizados a
nivel local, de manera que los municipios son los encargados de la
financiación y de la gestión de este tipo de redes. Algunos países
tienen sistemas mixtos, en los que los sectores privados y/o informales
tienen una gran importancia. A diferencia de lo que sucede con otros
tipos de servicios dirigidos a las familias, la tendencia general no va
hacia su crecimiento sino hacia su estancamiento. En cambio, podemos
constatar como la asistencia formal de las personas de edad avanzada se
encuentra en plena expansión. Probablemente esto no sea más que un
reflejo de las dificultades que encuentran ciertas familias para
compatibilizar su dedicación a la infancia y a la tercera edad
(Observatoire Européen, 1990 : 226).
Apresentação
1 - Introducción
2 - Modelos de políticas
familiares
3 - Prestaciones monetarias y
desgravaciones fiscales
4 - Servicios
dirigidos a las familias
5 - Conciliación
entre vida laboral y familiar
6 - Politicas
dirigidas a familias numerosas
Tablas
y cuadros
[anterior] |